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RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL, UNA SUGERENCIA DE REORIENTACIÓN, … UNA ARISTA POR PULIR…


Por Sergio DEMETRIO

Por haber nacido en Lota e iniciado mi actuar profesional en Chuquicamata hace ya muchos años, el tema de la responsabilidad social de las empresas me motiva, y es por ello que procedo, en los siguientes párrafos, a plantear mi inquietud del camino que ha tenido esta nueva veta de la ‘responsabilidad social empresarial’, que está exigiendo la sociedad por un lado, y; por el otro, están asumiendo las empresas en general y las mineras en particular, que están en mi ámbito y por ello las tomo en este documento.

Lo usual es que esta arista surge en la minería actual por la globalización y el actuar internacional de las mineras, que ingresan con su negocio en sociedades que no conocen y se dan cuenta que el mundo y la sociedad les exige para ser aceptados y asumidos como un actor influyente, ser responsables de sus externalidades, no sólo frente al poder político y los gobiernos, sino que frente a las comunidades huéspedes aledañas a las faenas mineras, comunidades que poco a poco -pero cada vez más y más aceleradamente-, están organizándose y asumiendo un papel activo que les ha llevado a cuestionar la implantación de los proyectos, o a preguntarse qué quedará más allá del hoyo o los pasivos ambientales al agotarse el yacimiento, hasta hacer exigencias incluso poco razonables, ya que se han dado cuenta que las empresas están dispuestas a aportar dineros que suman e incluyen, si la rentabilidad lo permite, a la inversión del proyecto que desean hacer realidad. Lamentablemente es un hecho que, habiendo dinero en la mesa se desatan las pasiones y el interés de captar o apropiarse de parte de él, ya sea como privado o como comunidad, siendo los ejemplos más recientes las tratativas de Barrick y los canaleros del Rio Vallenar en el Proyecto de explotación del yacimiento Pascua Lama en la III Región (entrega de US$60 millones), y el juicio de los agricultores con Los Pelambres por el Proyecto del tranque de relaves de El Mauro en la IV Región, en los que las mineras han debido destinar fondos adicionales a los inicialmente previstos para pagar a agricultores de la zona.

Considerando lo anterior, es claro que esto debe tomar un mejor cauce que un aprovechamiento oportunista o de ‘free rider’ con la excusa de los temas ambientales, y las empresas mineras se han dado cuenta que un actuar tardío es complicado, dificultoso y caro, por lo que deben adelantarse y asumir que serán un vecino más de la comunidad y deben, por ello, actuar en consecuencia. Deben asumir que si bien pueden extraer las riquezas del subsuelo, que es su negocio directo, su responsabilidad paralela es velar porque su vecindario sea bueno, lo que en general asumen y realizan al integrar a los locales en su operación -dan trabajo, preparan a la juventud y compran servicios- y saben que tienen la exigencia de planificar su ‘cierre de mina’ para una vez que se agote el yacimiento, exigido por ley, pero deben también propender a que una vez que la empresa finalice su negocio, se vayan esa comunidad, este enclave humano permanecerá activo y viable más allá de la faena minera.

Hasta ahora lo común ha sido que las empresas crean fundaciones para ‘asistir’ a la comunidad en parte de sus necesidades más inmediatas, y éstas piden y piden más y más. Ya no basta con una fundación cultural, un apoyo a la escuela, a los bomberos o a la posta del lugar, sino que les piden, y exigen, apoyar los presupuestos de su operación rutinaria y no solo aportar a la construcción de las edificaciones, lo que se parece demasiado a una demanda infinita que va mucho más allá de las empresas y puede, en general -y especialmente a las menos boyantes-, desbordarlas en su capacidad real y potencial de apoyar dichas instituciones.

Por lo indicado se propone impulsar en el sector minero un cambio en la forma en que se enfrenta y hace realidad la “responsabilidad social empresarial”, de forma que involucre en mayor medida a la comunidad con las empresas, que sean socios pero no se interfieran en su accionar mutuo por un lado, ni se entorpezca el desarrollo de las empresas por el otro, lo que se podría lograr con la metódica que se propone a continuación:

1. Que la empresa esté consciente que debe ser un buen vecino y que debe propender a que la comunidad aledaña mejore su estándar de vida y que algo de sus utilidades deberá destinar a ello. La Fundación Escondida, la Fundación Luksic y la Fundación Educacional de la SONAMI son ejemplos claros que las mineras están asumiendo esta responsabilidad. Se sabe que estas empresas destinan un % de sus ventas o presupuestos anuales a este accionar (aparentemente el Directorio de La Escondida destina el 1%).



2. Que las empresas no destinen este % a modo de ‘asistencia, subsidio o regalo’, sino que actúe ‘creando nuevos negocios distintos del minero’, que es su ‘core competence’ principal, en los que aporte su know how de crear negocios y generar riqueza al mantener la administración (que sea propietario del 51% de la sociedad, a lo menos), y haga socios reales a la comunidad –instituciones, asociaciones, juntas de vecinos y personas naturales y privadas, con participación real en sus directorios-, y que las rentabilidades que logre sean suyas y se repartan en la proporción que se mantenga de dichos activos, para la minera y la comunidad (instituciones y personas naturales ‘socias’).



Realizado lo anterior, el fondo que la empresa destine como ‘responsabilidad social empresarial’ será para crear actividad económica, crear fuentes de trabajo, en definitiva, ‘crear nueva riqueza’ con su aporte monetario y experiencia en el manejo de negocios, y no se reducirá ‘sólo a repartir dádivas o asistencia’, lo que en una perspectiva de largo plazo podría eventualmente permitir que dicha comunidad sea viable y permanezca activa mucho más allá del agotamiento de las minas. Las mineras pueden aportar y lograr sinergias en negocios menores inicialmente, pero que con el tiempo y el aporte de capital o la reinversión pueden ser pilares del futuro de dicha comunidad. Entre otros, aportar al cluster minero, generar nueva agricultura, ganadería, forestal, energética, recursos hídricos, servicios y la recreación y el ocio.

La propuesta anterior se basa en la acción, premeditada o no, de los mineros chilenos pioneros del Chile del Siglo XIX, tomando a modo de ejemplo a don Matías Cousiño, a quien tengo muy presente en el Lota de mi niñez, donde alrededor del negocio minero floreció el negocio naviero, una fundición de cobre, una empresa de refractarios, el negocio de la madera y el papel con los bosques que se sembró, tenía carne y lechería, una termoeléctrica y una hidroeléctrica, una fábrica de cerámicas y una empresa portuaria, además de viñas y caballares asociados al actual parque O’Higgins en la zona central, o el mismo Parque de Lota, atracción turística de la zona. Es cierto que no todos los negocios sobrevivieron, pero es claro que algunos se independizaron y formaron industrias y empresas totalmente independientes del accionar minero que -incluso más allá del cierre de la mina-, aún continúan, como por ejemplo el negocio de los bosques, el puerto, los refractarios, el parque y los viñedos.


Sergio DEMETRIO Octubre/2008

Senior Process Engineer-Hatch Non Ferrous Group
Director Instituto de Ingenieros de Minas de Chile
Consejero Nacional por Especialidad de Minas, Colegio de Ingenieros de Chile A.G.
sdemetrio@hatch .cl
fono (56-9) 9.3288593



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